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JASON REYNOLDS

Jason Reynolds

Traducci?n de Rosa Sanz

? 2018 MARVEL Todos los derechos reservados Publicado en Espa?a por Editorial Planeta, S. A., 2018 Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (Espa?a) Traducci?n: Rosa Sanz Primera edici?n: noviembre de 2018 ISBN: 978-84-16914-41-8 Dep?sito legal: B. 21.811-2018 Impreso en Espa?a

No se permite la reproducci?n total o parcial de este libro, ni su incorporaci?n a un sistema inform?tico, ni su transmisi?n en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electr?nico, mec?nico, por fotocopia, por grabaci?n u otros m?todos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracci?n de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del C?digo Penal). Dir?jase a CEDRO (Centro Espa?ol de Derechos Reprogr?ficos) si necesita fotocopiar o escanear alg?n fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a trav?s de la web o por tel?fono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

CAP?TULO 1

Miles coloc? los platos en la mesa, los de porcelana blanca y ribe tes azules, decorados con recargadas flores y detalladas escenas de antiguos poblados chinos que ning?n miembro de su familia ha b?a pisado jam?s. La vajilla buena, como la llamaba su padre, era una herencia de la abuela que s?lo se utilizaba los domingos y en ocasio nes especiales. Y, aunque era domingo, tambi?n era una ocasi?n es pecial, ya que se trataba de su ?ltimo d?a de expulsi?n.

--Mijo , m?s te vale que vac?es bien la vejiga antes de clase --le advirti? su madre mientras abr?a una ventana y hac?a que saliera por ella el humo del horno con un trapo-- , porque como vuelvan a ex pulsarte por algo as?, te juro que el que va a salir por aqu? vas a ser t?.

A Miles lo hab?an expulsado del instituto por hacerse pis. Bue no, en realidad hab?a sido por pedirlo. Cuando su profesor de His toria, el se?or Chamberlain, le dijo que no le dejaba ir al servicio, Miles se lo suplic? con todas sus fuerzas. Pero el se?or Chamberlain volvi? a negarse, as? que Miles decidi? ir de todos modos. Entonces,

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en realidad, hab?a sido por ausentarse de clase. Sin embargo, lo cier to era que Miles no ten?a ganas de hacer pis en aquel momento, ni tampoco lo otro. Hab?a tenido que irse para salvar a alguien.

Por lo menos eso era lo que ?l cre?a. Su sentido ar?cnido no an daba muy fino ?ltimamente, pero no pod?a arriesgarse a ignorar lo que ?l consideraba que era su deber.

--No siempre tengo tiempo para ir al ba?o antes de clase, mam? --replic?, enjuagando los cubiertos en el fregadero.

Ella colg? el trapo en el tirador del horno, cogi? unas pinzas y volte? las pechugas de pollo sobre la grasa chisporroteante.

--Ya, eso mismo dec?as todas las noches cuando eras peque?o. Y ?sabes qu?? Nunca he conocido a un ni?o que mojara la cama tanto como t?.

--Y o dir?a que bati? todos los r?cords -- intervino su padre des de el sof?, hojeando el Daily Bugle del viernes. ?sa era la ?nica edici?n que compraba, pues ten?a la teor?a de que, si lo leyera todos los d?as, no saldr?a nunca de casa. En cada una de sus p?ginas apa rec?an criaturas que pon?an en peligro el futuro de la civilizaci?n, y eso que a?n no hab?a pasado de la secci?n de televisi?n-- . En serio, Miles, eras el ni?o m?s me?n de todo Brooklyn. De hecho, durante esa ?poca no ten?a m?s remedio que comprar este periodicucho cada d?a, s?lo para forrar tu colch?n con ?l por las noches. -- El se?or Davis cerr? el diario, lo dobl? por la mitad y neg? con la ca beza--. Y luego ven?as a nuestra cama de madrugada con el culo mojado, oliendo a limonada rancia y diciendo que hab?as tenido ?un accidente?. ?Un accidente? Mira, hijo, ya puedes darle las gra cias a tu madre, porque yo te habr?a dejado sentado encima del charco hasta que se secara.

--No sigas, Jeff --dijo su madre al tiempo que depositaba el pollo en una fuente.

--?Acaso es mentira, Rio? Siempre lo estabas protegiendo.

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--Porque es mi ni?o --respondi? ella, colocando una servilleta de papel sobre la piel resplandeciente del pollo para que absorbiera la grasa--. Pero ya no eres ning?n ni?o, as? que ap??atelas como sea para aguantar toda la clase sin moverte de la silla.

Miles ya hab?a decidido que no iba a tener m?s contratiempos. Pensaba quedarse sentado en el aula del se?or Chamberlain hacien do o?dos sordos a su mente de colmena cuando las avispas se pusie ran a zumbar. Su sentido ar?cnido era su alarma interna, el que lo avisaba cuando hab?a alg?n peligro o cuando alguien necesitaba auxi lio. Sin embargo, desde que empez? el curso, en el que era su tercer a?o en la Academia Brooklyn Visions, su sentido ar?cnido parec?a haberse diluido, como si estuviera perdiendo sus poderes. Se iba de las clases de Chamberlain una y otra vez con el pretexto de ir al ba?o, recorr?a los pasillos como una exhalaci?n, llegaba a la calle y entonces... nada. Nunca se encontraba con un monstruo, ni con un mutante, ni tan siquiera con un demente. Lo ?nico a la vista era el mismo Brooklyn de siempre, y despu?s se ve?a obligado a improvisar una excusa embarazosa con la que justificar su tardanza.

Tal vez se debiera a que, para un chico como ?l, eso de ser un superh?roe ven?a con fecha de caducidad. Ya no merec?a la pena se guir arriesg?ndose a que lo castigaran -- ni a faltar a clase ni a ser expulsado-- cuando en el fondo no sab?a si seguir?a siendo Spider- Man al acabar el instituto.

El timbre son? justo cuando termin? de poner la mesa para cuatro. Entonces pas? por delante de su madre, quien serv?a el arroz amarillo de la cazuela en un cuenco, y asom? la cabeza por la ventana abierta.

--No entiendo por qu? miras, como si no supieras ya qui?n es. --Su padre se lav? las manos en el fregadero y le plant? un sonoro beso en la mejilla a su mujer--. Huele a gloria, nena. De hecho, apuesto a que el amigo tarambana de nuestro hijo lo habr? olfateado desde el otro lado de Brooklyn.

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--P?rtate bien. Ya sabes que est? pasando por una etapa de cam bios.

--Nosotros tambi?n pasamos por etapas, pero de gastos. --El se?or Davis se frot? el ?ndice con el pulgar--. No es que no le tenga aprecio al muchacho, pero en esta casa no podemos permitirnos ali mentar otra boca m?s.

La madre de Miles mir? a su marido, se llev? las manos al pecho y dej? escapar un suspiro.

--El amor es algo profundo, papi, no s?lo frases bonitas. Entonces le dio un beso en los labios. --?Eh! --exclam? Miles, escandalizado ante la conducta de sus padres--. Un momento. --Puls? el bot?n que abr?a la puerta de la calle y luego la del edificio. Al cabo de unos instantes, unos pasos fuertes retumbaron desde las escaleras. --Buenas --los salud? Ganke, entrando en el apartamento como una bala. Era un coreano grandull?n, el mejor amigo de Miles, y su confidente y compa?ero de cuarto en la Academia Brooklyn Visions. Nada m?s llegar, se puso a inspeccionar el rostro de Miles, primero la mejilla derecha, luego la izquierda, y despu?s murmu r?--: ?Est?s bien? Me sorprende que tus padres no te hayan matado ya. --Acto seguido se acerc? a ellos--. Hola, se?ora M. Se?or Jeff. ?Qu? hay de jamar? --Ni idea, Ganke, pero ?sabes qui?nes podr?an dec?rtelo? Tus padres --contest? Jeff. Su mujer le peg? un cachete en el brazo. --Ya s? lo que ten?an, se?or Jeff, pero me lo he comido antes de venir --dijo encogi?ndose de hombros. --Bueno, Ganke, l?vate las manos y si?ntate. Ya sabes que siem pre ser?s bienvenido en esta casa, aunque sea para cenar por segunda vez. Esta noche tenemos chicharr?n.

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Ganke le dirigi? una mirada interrogativa al padre de Miles, quien se hab?a situado detr?s de una silla a la cabeza de la mesa.

--Pollo frito --explic?, con una expresi?n en el rostro entre el fastidio y la simpat?a.

--Ah, genial. --Como si hubiera importado algo --le solt?, a la vez que se sentaba. --No le falta a usted raz?n, se?or Jeff. Miles dej? el pollo, el arroz y la ensalada sobre la mesa y tom? asiento. La se?ora Morales puso unos cucharones encima de los cuencos de arroz y de la ensalada, y unas pinzas junto a la fuente del pollo y se sent? tambi?n. --Bendice la mesa, Jeff --pidi?. Los tres se apresuraron a apartar sus ansiosas manos de los platos y tomaron las de quienes ten?an a los lados. --Ah, s?, c?mo no. Agachad la cabeza, muchachos. Se?or, haz que nuestro hijo Miles se porte bien en clase, porque, si no, es posi ble que ?sta sea la ?ltima comida casera que vaya a disfrutar en su vida. Am?n. --Am?n --repiti? su madre con seriedad. --?Am?n! --core? Ganke. Miles suspir? y le lanz? una mirada asesina a Ganke, que se es tir? para llegar hasta las pinzas del pollo. Las cenas de los domingos eran una tradici?n en casa de Miles. ?l pasaba los d?as de entre semana fuera, en el internado Brooklyn Visions, y los s?bados... Bueno, hasta sus padres sab?an que no hab?a ni un solo chico de diecis?is a?os en todo Brooklyn al que le apete ciera pasar los s?bados por la noche encerrado en su cuarto. Pero el domingo era el momento perfecto para las reuniones familiares, un d?a de asueto para todo el mundo. Ciertamente, aparte del hecho de que su madre lo hiciera madrugar para ir a misa, dispon?a de todo el

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