Diario de Navegación [Obra (C)]



DIARIO DE NAVEGACIÓN

El Diario de navegación redactado por Cristóbal Colón durante su primer viaje es el primer documento escrito en una lengua europea en el cual se registran hombres, cosas y paisajes del Nuevo Mundo; no se refiere el texto, al mundo nuevo que luego se llamará América, sino a algunas regiones creídas entonces parte de la costa oriental del Asia, no lejos del Japón y la China.

Se sabe que Colón lo escribió apenas iniciada la travesía, al fin de cada jornada, datándolo de acuerdo con el paso de los días comprendidos entre el 3 de agosto de 1492, fecha de salida desde Puerto de Palos, en el sur oeste de España, y el 15 de marzo de 1493, día de regreso a ese mismo lugar.

El documento original de Cristóbal Colón se ha perdido; el escrito fue parcialmente recobrado gracias a una síntesis que fray Bartolomé de Las Casas (V.) incluyó en su Historia de las Indias (V.); pero este libro de Las Casas, concluido a mediados del siglo XVI, no se publicó sino hasta 1875. Sin embargo, ese mismo resumen del original había aparecido algo antes, en 1825, en el tomo I de la Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles, desde el fines del siglo XV, editada por Martín Fernández de Navarrete. De manera que el célebre texto colombino permaneció ignorado por casi cuatrocientos años.

El relato que conservamos es bastante sucinto en lo que se refiere a lo sucedido antes del día 12 de octubre; en esa primera parte da cuenta, sobre todo, de asuntos relativos a la dirección náutica seguida por las carabelas y sus desplazamientos; pero luego de aquel famoso día el texto se enriquece con amplias descripciones de lo hallado. Sobresale en la primera parte, sin embargo, el hecho que Colón ocultara a sus acompañantes la cantidad verdadera de leguas navegadas en cada jornada, disminuyendo siempre la cifra que hacía pública, para tratar de evitar así el miedo de la tripulación, que no tenía mayor confianza en hallar costas una vez iniciada la travesía del Atlántico. El día 9 de septiembre de 1492, resume el copista con respecto a las leguas apuntadas por Colón: “acordó contar menos de las que andaba, porque si el viaje fuese luengo no se espantase y desmayase la gente” (Colón, 20).

Con todo detalle se narran el hallazgo de la isla Guanahaní —hoy conocida como cayo Samana—, primer punto de desembarco de los navegantes, y los procedimientos legales de toma de posesión de la tierra. Luego se relata el encuentro con sus habitantes, donde se presentan ya los rasgos de admiración por los naturales del lugar, lo que Las Casas copia en la perspectiva original de Colón: “Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mugeres, aunque no vide más de una farto moça, y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de xxx años, muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras...” (Colón, 30). La desnudez en que viven es el rasgo que más destaca en las descripciones del hombre recién encontrado; y si su aspecto sorprende al europeo, pronto lo maravillarán su generosidad e inocencia.

Después del 12 de octubre de 1492 la relación se detiene para describir la geografía diversa y variada, presentada también en términos muy positivos; se comienzan a observar ciertos rasgos distintivos entre los hombres y mujeres que la habitan, sin por ello abandonarse la noción asiática. Pero de igual modo presente en el desarrollo del escrito se lee el persistente deseo de los navegantes por encontrar oro, por saber la ubicación de minas de oro o de plata, o cuando no, por recoger información acerca de especias de valor.

Se menciona a menudo la potencial abundancia de aquel metal, pero la admiración por la belleza de la tierra, por la calidad del clima y de la gente comienza pronto a destacarse en el texto como otro de los rasgos dominantes del modo narrativo de Colón; tales alabanzas, si bien responden a la realidad, son también una forma de probar ante los reyes la importancia de lo hallado, de ofrecer testimonio del servicio rendido, y de cuya magnitud dependerá la retribución real. El autor sabe que la escritura funcionará como un instrumento de apropiación y de legalización de lo actuado, tanto para él como para la Corona de España. Además, otro de los propósitos de un documento de esta naturaleza era dejar evidencia de las rutas seguidas y de los lugares visitados durante la navegación, y ahora ofrendados a los Reyes Católicos, a quienes se dedica igualmente el Diario....

Junto a los propósitos comerciales que se leen a lo largo de todo el texto se advierte también cierta intención evangelizadora por parte de un autor que sabe que no puede apartar ese fin de las metas del viaje; de este modo, luego de los primeros contactos con los pobladores de la isla Guanahaní, escribe el día del desembarco: “Ellos deven ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les dezía. Y creo que ligeramente se harán cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo plaziendo a Nuestro Señor levaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que deprendan fablar” (Colón, 31).

La voluntad para incorporar a estos pueblos al cristianismo no parece contradecir los móviles prácticos que guían una empresa que ha requerido de fuertes inversiones; con los motivos religiosos constituyen una doble tendencia por describir y proponer provecho de lo hallado. Por otra parte, no deja de enfatizar el narrador su deseo por conocer la tierra, por obtener noticias acerca del contorno y de sus pobladores; pero, como se lee hacia el final del trozo, si bien reconoce la inteligencia de los naturales —tema pronto motivo de grandes controversias— no otorga ningún interés a sus lenguajes, produciéndose de ese modo un vacío entre lo dicho por unos y lo comprendido por los otros. Las señas, los gestos y, las más de las veces, lo simplemente creído, aparecen por todo el relato como los medios de comunicación más frecuentes.

A medida que las carabelas se desplazan hacia el sur —según el relato obedeciendo informaciones sobre abundancia de oro en otras islas en esa dirección—, la admiración que se declara en el texto por la calidad y belleza de la tierra obliga al narrador a un constante empleo de adjetivos superlativos, y a un amplio proceso descriptivo basado en sobrepujamientos, donde cada vez lo encontrado parece aventajar a lo ya visto, hasta culminar con expresiones como: “Crean Vuestras Altezas que es esta tierra la mejor e más fértil y temperada que aya en el mundo” (Colón, 39). Las primeras islas visitadas —territorios del archipiélago de las Bahamas en la actualidad— sufren el cambio de sus nombres por los que les da Colón, registrándose así —y ya desde este texto— el inicio del proceso de cristianización que iba a experimentar el continente todo. La quinta isla alcanzada por los viajeros en su ruta desde Guanahaní hacia el sur es Cuba, que Colón bautiza Juana; después de costear su parte oriental navega hacia el este para reconocer la costa norte de Haití y de la actual República Dominicana, isla que llamaron Española. Por pérdida de la nave capitana, la Santa María, el día 25 de diciembre de 1492, la cual es desmantelada para aprovechar sus maderas, se levanta la primera construcción europea en el continente. La llamaron Villa de la Navidad; treinta y nueve marineros se quedaron allí a la espera del retorno de Colón de España.

Cabe repetir que Colón no deja de escribir con la certeza que ha encontrado una nueva ruta hacia la India: sin vacilar llama “indios” a los pobladores que encuentra e insiste en la proximidad de Japón (Cipango) o la China (Catay). El 16 de enero de 1493 decide regresar; después de una azarosa travesía, que el naufragio está a punto de interrumpir el jueves 14 de febrero, alcanza por fin las costas de Portugal, en cuya corte, luego de conocida la hazaña, se le tributan los primeros honores, que se multiplicarían pronto en España.

El lenguaje empleado por el narrador da cuenta de un castellano donde aparecen los rasgos del portugués que Colón venía empleando desde 1476, cuando parece que pasó a vivir a ese país. De igual modo se dejan ver en su escritura huellas de su lengua natal.

[Juan Durán Luzio]

BIBLIOGRAFÍA SELECTA

A)

Las Casas, Bartolomé de. Historia de las Indias. 1ª ed. Madrid: Imprenta de N. Ginesta, 1875-1876. 5 vols. por el Marqués de la Fuensanta del Valle y don Juan Sancho Rayón (edición basada en el original).

Colón, Cristóbal. Textos y documentos completos. Consuelo Varela (ed.). Madrid: Alianza Editorial, 1982.

B)

Conti, Simonetta. Bibliografía Colombiana 1793-1990. Genova: Cassa di Risparmio di Genova e Imperia, 1991.

Durán Luzio, Juan. “La prosa de Cristóbal Colón y las primeras descripciones del Nuevo Mundo”. Creación y utopía. Letras de Hispanoamérica. Heredia (Costa Rica): Editorial de la Universidad Nacional, 1979: 21-32.

Henige, David. In Search of Columbus: The Sources for the First Voyage. Tucson: University of Arizona Press, 1991.

Menéndez Pidal, Ramón. La lengua de Cristóbal Colón. Madrid: Espasa-Calpe, 1942.

Rosenblat, Ángel. La primera visión de América y otros estudios. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación, 1965.

Todorov, Tzvetan. La conquista de América. La cuestión del otro (tr. Flora Botton Burlá). México: Siglo XXI, 1987.

[J. D. L.]

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